viernes, 5 de abril de 2019

Una pregunta libre

La pregunta fue contundente, ¿por qué me presionas?.  Estábamos acostados, cada quien en su lado de una hipotética área de la cama y estábamos pronto a levantarnos, cosa que ella hizo, dejando como víctima colateral de su incredulidad a su móvil en el piso, el cual anunciaba con su incesante sonido la hora de salir a hacer la actividad programada entre tantas de la mañana. El resultado fue casi natural, dije, ya no lo volveré a hacer. Agua fría con pedazos de hielo cayeron sobre sus emociones encontradas. Fue tal vez la desazón de la respuesta o la falta de ella en esas 6 palabras, lo que sé es que reflexioné sobre lo ocurrido y pensé en todas esas ocasiones en que nos urgieron a tomarnos un tiempo y conocernos. Habíamos dado el gran paso 4 meses atrás cuando decidimos casarnos. Hoy nuevamente podría justificar esos intereses de amigos y familiares, sin embargo para mí no era la salida fácil a una pregunta complicada, ¿por qué me presionas?. Estaba medio dormido, la noche anterior nos habíamos asistido a un festival de comida en el que compartimos tragos y bocados, pero esto es lo que ella me cuestionaba con real preocupación. Tomé el ordenador, porque a veces es mejor encontrar otro medio por el cual llegar al mismo punto sin que las expectativas y las emociones no se mezclen de inmediato formando una masa pegajosa debajo de nuestros pies con la cual no podremos avanzar libremente. Reconozco que al pronunciar aquella frase puede interpretarse con un tono de indiferencia, sin embargo más allá de lo que pueda aparentar, es un regalo a liberarnos de nuestras obligaciones como pareja, en la necesidad de identidad de cada uno. Nos hemos acoplado en nuestro día a día y por supuesto mi expectativa ha sido rebasada por la realidad, hay cosas que le confieren un gran valor a la relación y otras, que al igual que a ella, no me gustan nada. Así es en todas la parejas, no hay nada nuevo. Los casados deben tener otras herramientas, se espera que a diferencia de otro tipo de relación éstos no salgan corriendo con su expectativa y autoestimas intactos como lo permite la ausencia de un documento. Sin embargo, abandonar la idea de controlar acciones de vida del otro, le permite a la pareja tener el espacio que es adecuado para mantener su individualidad, sin que la idea de su libertad, sea vulnerada por los deseos del primero. No significa tirar la toalla, no. Implica regalar la responsabilidad de tomar cada quien las decisiones que den sentido a su experiencia en pareja. Si el dinero, que las salidas con los amigos, que el restaurant, las vacaciones, el auto nuevo, el sexo, los hijos, la familia o el gusto de simplemente estar alejado de la pareja no deben ser motivos de enconos, sino de encuentro.
Obviamente, los gustos y deseos, las expresiones y los pensamientos, las expectativas y las acciones aquí encuentran la dimensión de la pareja en donde tiene mayor relevancia la ley de la causa y el efecto. Nos enfrentamos mutuamente a responsabilizarnos, no en ofrecer felicidad al otro, sino a comunicarnos con el otro, para entender y, en la medida de nuestros intereses hacer nuestros los gustos y deseos del otro. Aquello que no nos empata, también debe resonar y ser conocido para que nos se dé espacio a la interpretación o su contraparte negativa. Dejarnos conocer implica la responsabilidad de también aceptar que el otro es, por sí mismo, una persona igual que nosotros a la que habrá que conceder la oportunidad de revelarse en sus desintereses sin que éstos tengan oportunidad de "dañarnos".  Que su expresión personal no es un intento de incomodarnos, sino de sí mismo, donde sé es, sin ánimos de aparentar. Así, la procastinación de acción no es más que su forma de ser, no una suerte de flagelo que busca lastimar al otro. Miles de ejemplos. Cuando hacemos una pregunta también tendremos que hacernos pasar por el tamiz y respondernos de forma libre y honesta. Habrá que estar conscientes de que no siempre dos rectas paralelas se unen en un punto al infinito, pero en los menesteres del amor, puede suceder. No hay cosas que sean inmutables y existe la dualidad que da matices a cada momento. Coincidir, no siempre es cosa del destino, sino la suma de dos claras intenciones, la tuya y la mía.